En julio de 2001, sus restos fueron hallados, ampliamente desperdigados en el fondo
oceánico. Fueron descubiertos a unos 3 km de profundidad, y causó una grave sensación entre el pueblo británico descubrir que una de sus naves descansaba reducida a un campo de restos metálicos, mientras que el acorazado alemán
Bismarck que provocó esa destrucción, tras haber sido bombardeado y torpedeado sin piedad, estaba prácticamente de una pieza y perfectamente reconocible.